La dueña del local no disimula ni un poco las ganas que tiene de acercarte el datáfono y cobrarte por respirar. Le da absolutamente igual tu animal.
Me mudé a Coruña y buscaba un veterinario de confianza. A pesar de ser el más cercano y el que me sería más cómodo, no pienso volver a pisar por ahí. Dos veces han sido suficiente.
Lo siento mucho por Sara, la veterinaria, que realmente se preocupa. Pero a la dueña no quiero ni verla.
