Llevé mi gatita muy enferma de forma repentina, le hicieron un análisis y el diagnóstico es que no le pasaba nada. A las 10 de la mañana del día siguiente mi gata estaba muriendo, tras pasar una noche con convulsiones. Si no se está seguro de un diagnóstico, es mejor no darlo. El daño emocional de sufrir la pérdida de una gata cuando esperas que se vaya a mejorar (porque se supone que no le pasa nada) es muy fuerte. Y cuando les comuniqué su muerte, me atendieron con una frialdad demoledora.