La primera vez que llevé a mi perra al veterinario me advirtió de una serie de peligros que implicaba su tamaño. Hasta el punto de prácticamente regañarme porque era demasiado pequeña como si hubiera fabricado a mi perra en una probeta. Estuve yendo una temporada (no sé porqué) y cada día me atendía un veterinario diferente. No había control ni seguimiento ninguno. Hasta que tuvo giardias y el veterinario tuvo la gran idea de darme una medicación que “había salido esa misma semana”. Esto me costó estar casi 1 año luchando con la giardia en otro sitio por supuesto. Y un problema que tiene de estómago que creen que viene de ahí. Es vergonzoso.